Eppur si move. ‘Y sin embargo se mueve’. Esta frase se le atribuye a Galileo Galilei mientras abandonaba el tribunal de la Inquisición italiana ante el que se había visto obligado a desmentir la teoría heliocentrista para salvar la vida. Es poco probable que pronunciara esa frase, al menos en ese momento y ante los inquisidores, pero es un buen ejemplo para reflexionar sobre la censura impuesta al avance científico, que más de 380 años después, por difícil que sea de creer, sigue vigente en nuestra actual sociedad de la información. Hoy, en occidente, la religión no tiene potestad para censurar a la ciencia, y nadie ha de renunciar a sus teorías ni estudios para salvar la vida. Pero el relativismo que padece nuestra sociedad es la fuente de una censura auto impuesta que ralentiza la aplicación de los avances científicos en campos donde estados y organismos internacionales avanzan lentos trabados por complejos sistemas burocráticos. Es cierto que la masificación informativa de nuestra sociedad y la capacidad de difusión de contenidos de cualquier ciudadano anónimo colabora en esta autocensura, pues predispone a las personas a filtrar y no dar por cierta cada nueva teoría que se difunde por los canales de comunicación. Pero esta precaución no justifica la relativización de teorías confirmadas por estudios y mediciones científicas si éstas son contrastables, y por desgracia muchos padres rechazan la información que reciben sobre la orientación de los sistemas de retención infantil al no provenir de organizaciones estatales ni oficiales.
La afirmación de que para un niño viajar a favor de la marcha es peligroso y que viajar a contramarcha es la única forma segura de hacerlo está respaldada por leyes físicas y demostrada por las estadísticas de siniestralidad suecas. No es una moda. Las leyes físicas son inmutables, y los resultados positivos de las decisiones correctas en base a ellas las encontramos en Suecia y los países nórdicos. Nuestras instituciones tardarán tiempo en adoptar las decisiones correctas si algún día llegan a hacerlo. Es lamentable, pero es la situación actual. Nada apunta a que a corto plazo estas decisiones y sus resultados ayuden para alterar legislaciones o normas de homologación, y por eso debemos ser los padres, los principales interesados en la seguridad de nuestros hijos, quienes actuemos por iniciativa propia para protegerlos.
La frase de Galileo ‘Y sin embargo se mueve’ tiene una versión moderna relacionada con las sillitas infantiles. Las personas que intentamos transmitir la importancia de que los niños viajen a contramarcha, al igual que Galileo chocó con el muro de la Inquisición, chocamos con el muro de padres que rechazan la información diciendo que es una moda y que dentro de unos años habrá que poner a los niños de nuevo a favor de la marcha. Dejamos la conversación renunciando a que nuestros interlocutores atiendan a razones, afirmando: ‘no es una moda, es física’.
Ni es una moda, ni trato de imponerte un dogma que debas aceptar con fe ciega. Te ofrezco los datos que sostienen los argumentos a favor de la contramarcha. Por favor, sigue leyendo, no te escudes en el dogma de la negación absoluta, el dogma del relativismo o el dogma de la moda. Haz el esfuerzo de informarte, hazlo por tus hijos y actúa en consecuencia como te dicte tu conciencia.