Una norma de homologación define una serie de requisitos que un producto debe cumplir para superarla. Como otros muchos productos, los sistemas de retención infantil deben superar una homologación para que su venta sea permitida. Una homologación de sistemas de retención infantil debe definir requisitos exigentes, que estén basados en mediciones detalladas y establecer límites realistas para garantizar que todas las sillas que superan la homologación son seguras. Por desgracia, ninguna de las dos normas vigentes en los países de la Unión Europea establece requisitos que garanticen sillitas seguras, y en consecuencia sillas inseguras superan las homologaciones y son vendidas a los padres. Existen en el mercado sillitas seguras, pero su seguridad no procede de la superación de las pruebas de homologación, sino del buen trabajo de ingenieros y marcas que las diseñan en base a exigencias, mediciones y límites que garantizan la seguridad y que las normas de homologación pasan por alto.
En España, como país miembro de la Unión Europea, hay vigentes dos normas de homologación de Naciones Unidas para sistemas de retención infantil: La ECE R44, vigente desde 1983 y cuya cuarta y última revisión fue aprobada en 2005; y la R129, cuya primera fase se denomina iSize, vigente desde 2013 y destinada a quedar como única norma de homologación en 2018, cuando la R44/04 sea declarada obsoleta[1]. Ninguna de ellas garantiza sillitas seguras.
La R44/04 establece un test de impacto en el que una barra se coloca a 55 centímetros y un dummy en la sillita. Tras impactar el vehículo se verifica si la cabeza del dummy ha golpeado la barra o cualquier otra parte del vehículo, así como la aceleración del pecho gracias a un sensor incorporado. También comprueba si la sillita se desliza en el impacto. Pero el test no valora fuerzas que afectan a órganos internos, como la presión abdominal o la fuerza aplicada sobre el cuello. A partir de los años 90 comienza el desarrollo de los Q-dummies, que incorporan sensores que miden la presión abdominal y la carga cervical. El VTI sueco también añadió sensores a los dummies usados por la norma R44/04 para los test de impacto de su Plus Test. Gracias a las mediciones de estos sensores se ha certificado que las fuerzas que se aplican a niños menores de cuatro años en sillitas a favor de la marcha homologadas bajo la R44/04 y la R129 son muy superiores a las que sus cuerpos pueden resistir. Pero la norma R44 no ha tenido ninguna actualización que tenga en cuenta estas mediciones e impida la homologación de sillitas peligrosas, por lo que sillitas a favor de la marcha con arnés o escudo que superan el test de impacto de la R44/04 pueden causar, y lamentablemente está comprobado que causan, lesiones cervicales y de órganos ventrales de carácter grave a los niños que las usan.
La norma R129, que sí utiliza los nuevos dummies en sus pruebas de homologación, parece desestimar mediciones e informes de expertos: permite que niños menores de cuatro años sigan viajando en peligro a favor de la marcha y establece un límite de altura máxima de respaldo de sillita de 105cm. Este límite impedirá en un futuro la comercialización de las sillitas que hasta día de hoy, bajo la R44/04, se han demostrado las sillas más seguras del mercado: sillas de respaldo alto que permiten viajar a contramarcha a niños de hasta 120cm o más, puesto que no hay límite de altura de respaldo. Más adelante hablo con detalle de la R129.
En Suecia, como país miembro de la Unión Europea, tuvieron que aceptar la norma de homologación de sistemas de retención infantil R44, pero ante sus deficiencias para homologar sillitas seguras, crearon el Plus Test. Es una prueba de carácter opcional que como ya he comentado añadió los sensores a los dummies de la R44/04 y que certifica que las sillitas que la pasan generan en los niños fuerzas siempre por debajo de los límites establecidos por los expertos como umbrales a partir de los cuales los niños sufrirían lesiones graves. Ninguna silla a favor de la marcha supera el Plus Test.
Con la vigente homologación R44/04 un sistema de retención infantil será apto para la venta si el dispositivo retiene al niño. Y cualquier sillita que retenga al dummie sin que éste toque la barra en la prueba de impacto recibirá la homologación. En España caemos en el error de presuponer que un sistema homologado es un sistema seguro. Todos los padres nos preocupamos de comprar una sillita, en parte obligados porque es sancionable llevar a un niño sin su correspondiente SRI, pero la mayoría, además de para evitar la multa, queremos una sillita segura para nuestros hijos, y nos quedamos muy tranquilos al comprarla, porque sabemos que todas las sillitas que nos venden en las tiendas de bebé o en los centros comerciales están homologadas, y que si no fueran seguras no las venderían.
Bueno, podemos estar seguros de lo primero, todas las sillitas están homologadas. Pero la certeza de que si no fueran seguras no las venderían es demasiado cándida y gratuita. Es un hecho que en sociedades de mercado como la nuestra puede haber, y de hecho hay, individuos y empresas sin escrúpulos que de forma fraudulenta comercializan productos perjudiciales para la salud, y también es un hecho que ante esto, las instituciones y asociaciones de usuarios se convierten en escudos que protegen a la sociedad a través de sus normativas, homologaciones y controles de calidad. En nuestra sociedad de mercado también se comercializan de forma legal productos cuyo consumo descomedido puede ser perjudicial para la salud, como el tabaco y el alcohol, pero los ciudadanos están informados de estos riesgos y sólo los consumen de manera legal cuando tienen la edad permitida para hacerlo y bajo su responsabilidad.
Por todo esto es comprensible que pensemos que si los sistemas de retención infantil están homologados, han de ser necesariamente seguros, y que si no lo fueran, nuestras instituciones no permitirían su venta. También es lógico que pensemos que si el uso de un producto entrañara algún peligro, seríamos informados del mismo por nuestras instituciones y autoridades para que lo usáramos siendo conscientes de las posibles consecuencias de su uso. Por desgracia ninguna de estas dos suposiciones se cumple.
La primera no se cumple por que la actual norma de homologación R44/04 permite homologar prácticamente cualquier silla. Y aunque hay en el mercado sillitas de gran calidad, la norma permite que se homologuen incluso sillas de plástico duro que pueden llegar a partirse dañando la espalda de los niños. Cualquier sillita que supere las pruebas de la R44/04 recibe el visto bueno para la venta.
La segunda suposición no se cumple porque nuestras instituciones nos recomiendan que los niños viajen a contramarcha el mayor tiempo posible, pero no nos informan de lo peligroso que es para un niño viajar a favor de la marcha. Media verdad, mentira letal. En Suecia sí se informa a los padres, y aunque no es obligatorio, los niños viajan a contramarcha por decisión de padres informados, y estos países tienen la tasa de mortalidad infantil en accidentes de tráfico más baja del mundo, aproximándose y consiguiendo el objetivo de cero víctimas.
Los padres que compramos un SRI en países no escandinavos no conocemos el riesgo que supone llevar a nuestros hijos a favor de la marcha. No debemos presuponer que cualquier SRI homologado es seguro. Que una silla esté homologada no implica que sea segura. Te recuerdo el dato de que el 70% de los niños fallecidos en accidentes de tráfico en España en 2015 usaba un SRI. Estamos usando SRI ineficaces. Las sillitas que usamos en España, a favor de la marcha, por muy homologadas que estén, retienen a los pequeños, pero no los protegen. En un capítulo anterior te he ofrecido datos y mediciones de tests con Q-dummies que lo demuestran.
Debemos quitarnos esta venda de los ojos y dejar de pensar que los gobiernos, los políticos, las instituciones europeas, los clubes automovilísticos o las asociaciones de consumidores velan por la seguridad de nuestros hijos y no permitirán la venta de productos que no sean seguros. Lo harán en otros muchos productos que consumimos, pero en lo que respecta a seguridad vial infantil, todos apartan la mirada de las estadísticas y evidencias físicas y se lavan las manos en vasijas de homologaciones cojas en cuanto a criterios de seguridad vitales.