2016 ha sido un año en el que en España el movimiento a favor de la contramarcha ha tenido un avance importante. Padres víctimas de la desinformación sacan fuerzas de donde imagino les costará lo indecible para que otros padres conozcan la historia de cómo perdieron a sus hijos o cómo éstos quedaron lesionados de por vida en sillitas a favor de la marcha. Se han organizado campañas de concienciación desde diferentes blogs. Algunos medios se han hecho eco de las mismas amplificando su alcance, y desde la web de referencia[1] en España realizan una loable labor divulgativa para asesorar a los padres que reaccionan al conocer la información. Además, los padres que asimilamos la información la transmitimos a nuestro círculo familiar y de amistades. Cada vez hay más familias concienciadas y prueba de ello es que un modelo de sillita de los que permite llevar a contramarcha a niños de hasta 25 kilos ha roto stock en el pasado mes de noviembre y en las tiendas especializadas en este tipo de sillitas hay incluso lista de espera para comprarla. El avance del conocimiento es imparable.
Pero su onda expansiva no es fluida ni uniforme. Encuentra obstáculos y distorsiones que ralentizan su propagación. Por extraño que parezca, personas que han recibido la información la niegan sin llegar a contrastarla, escudándose en los falsos mitos sobre los que hemos hablado antes o acallando su conciencia en el rebaño de la mayoría ante la dificultad de asumir un desembolso económico extra para cambiar el sistema de retención infantil de sus hijos y sustituir la sillita a favor de la marcha que ya han comprado o les han regalado.
Me consta que algunas personas al ser aconsejadas sobre llevar a sus hijos a contramarcha muestran rechazo e incluso manifiestan cierto tipo de animadversión a la persona que les aconseja. He leído que en ciertos blogs, foros y grupos de Facebook se eliminan mensajes que hablan sobre las sillitas a contramarcha y se pide a los usuarios que no escriban sobre este tema porque causa polémica y tensiones, y porque hay padres que por su situación económica no se pueden permitir comprar una sillita a contramarcha. Incomprensible. ¿Causa tensiones transmitir información contrastable? ¿Cómo es posible que algunos padres se sientan violentados ante la advertencia del peligro demostrado que supone para sus hijos viajar a favor de la marcha? ¿No deberían sentirse afortunados de haber sido advertidos antes de sufrir cualquier posible incidente al volante? Hay variedad de modelos y precios de sillitas a contramarcha, unas más asequibles por debajo de los 180€, otras con Plus Test por 199€ y otras de precio más elevado, aun así ¿que alguien no pueda comprar un producto es motivo suficiente para vetar una información que puede salvar vidas? No consigo entender que padres rechacen esta información sin una indagación posterior, sin verificar las estadísticas de siniestralidad escandinavas o las evidencias físicas, pero me resulta aún más incomprensible que adopten una actitud militante contra esa información con todos los datos e informes que tienen accesibles haciendo una rápida búsqueda en Internet. Sólo atisbo una justificación a este comportamiento, y es una inicial incredulidad comprensible ante informaciones que no provienen de organismos oficiales. Pero encuentro injustificable que algunas personas pasen de la incredulidad a la negación sin contrastar la información que han recibido. Niegan el conocimiento que por suerte han recibido, convirtiéndolo en inútil.